martes, 24 de abril de 2012

Inevitablemente inevitable...

Irremediablemente cuando pierdes lo que anhelas, lo que te da contundencia, padeces un vacío tan inmenso y profundo que el único pensamiento racional es la contricción del insufuciente tiempo o de los exiguos sentimientos que le has ofrecido a ese ser a lo largo de su trayectoria. Tendrías el mundo a tus pies y lo único que querrías es desaparecer o incluso viajar al prodigioso y utópico lugar en el que permanece para expresarle de esa manera lo importante que fue en la vida, en tu vida.

Descansar. No saber en qué mundo permanecerás el resto de tu existencia desespera bastante. ¿Serás consciente de ver qué has dejado atrás, de advertir qué deparará tu futuro, si serás un ejemplo a seguir, quién serás cuando habites ese supuesto paraíso en el que vivirás el resto de tu vida...?
Absolutamente, en el momento en que percibes esta incómoda, irritable y nostálgica situación, cuando tu mente explora los recónditos recuerdos e indaga a través del futuro para buscar una lógica a la existencia de la especie humana, para conseguir una explicación de por qué dejamos de existir y por qué nuestra chispa se apaga, te das cuenta de que debes aprovechar cada momento de tu vida, realizar tus aficiones sin que nada lo impida, demostrarle a los tuyos tu afecto, tu cariño, tu amor, porque no sabrás en qué momento dejarás de verle y decirle lo mucho que le has querido.